A veces, las pequeñas tiendas de barrio nos dan lecciones de reputación de marca. Inmensas. Es el caso de una pequeña pizzería que conozco. Está regentada por una pareja joven de italianos que, con mucho trabajo, consiguieron alquilar un local y lanzarse a la aventura. Cuando entras en su negocio se respira, además de un olor a pizza casera que inunda media calle, el buen rollo entre ellos, que hacen extensivo a cualquiera que entre en su local. Siempre te reciben con un saludo en italiano y una enorme sonrisa. Como dato destacable, no tienen página de Facebook ni cuenta de Twitter: “Eso de la tecnología y estar mirando el móvil todo el tiempo no va con nosotros”, comenta él irónicamente. “Nuestra mejor publicidad es tratar a los clientes como si estuvieran en su casa, ya no solo por la calidad de lo que ofrecemos, sino porque nos gusta hablar con ellos. Nos conocemos la vida de medio barrio…” me comenta ella entre risas. “Eres una cotilla”, replica él divertido. A simple vista, no es