Desde que nos dedicamos al análisis de contenidos y reputación para marcas, hemos sido testigos de muchas historias viscerales y, a menudo sin sentido, en el ‘microblogging’ de Twitter. Literalmente, erigido como el peor enemigo de empresas, marcas y personajes.
Utilizo Twitter desde hace casi siete años, y en sus inicios, siempre vi en esta red social una forma sencilla de compartir enlaces sobre información relevante. El objetivo era seguir a pocos usuarios que aportaran alta calidad a mis intereses informativos particulares, tal como @Edans, @fGrau, @vicentearias u @oscarfuente, entre otros. Con ellos, de forma interesante y útil, esta red permitía consultarnos o, mejor aún, compartir temas de interés en un magnífico tiempo real.
Sin embargo, como en muchas otras redes, Twitter se ha acabado convirtiendo en todo lo contrario. Una buena idea se ha transformado en un territorio virtual más, donde el objetivo es magnificar el ego propio con unas cuantas decenas de miles de seguidores, para los cuales no eres nadie sin el suero relajante de sus ‘likes’. Es así como obtener información de calidad de personas afines ha pasado a un segundo plano, y lo único que importa es que tus apariciones en la red se difundan a miles de personas y, ante todo, que tengan éxito.
No obstante, es sabido que lo popular no es precisamente el contenido más relevante para tu investigación o vida laboral, sino que lo popular, desde los siglos de los siglos, es lo obsceno y lo chabacano, lo vulgar. Y con eso no pretendo excluirme. A nadie le molesta ver, por ejemplo, vídeos de risas y chistes fáciles antes que otras cosas de interés, pero… ¿qué ha pasado entonces con Twitter?
Es un reflejo de la humanidad. La que mejora a pasos agigantados tecnológicamente y se estanca en la manera de ser interior. La envidia, el egoísmo y la competitividad se cuela también en el territorio virtual como si de una taberna de la Edad Media se tratara, donde las mesas de madera y las jarras de vino se cambian por App’s, pantallas y Red Bull’s, pero con el mismo lado oscuro de la humanidad, aquel que aflora cuando la anonimidad lo permite.
Con todo, Twitter dejó de serme útil hace ya años, cuando dejó de ser una biblioteca de conocimiento y se convirtió en toda una taberna social, y de las que atrae lo más oscuro del ser humano: insultos, ataques a empresas o personas sin sentido y múltiples desprecios golpean a los fieles usuarios que todavía creen que entrar a Twitter les va a ayudar a compartir información interesante. Por eso muchas empresas y personajes dejan de hacerlo por esta misma razón.
Es así como la visibilidad a cualquier precio debe dejar de tener sentido, que la cotización de los ‘likes’ no puedan equipararse a un valor bursátil o a una divisa, ya que de esta manera creamos un mundo donde los triunfadores son los que más ‘chorradas’ dicen – los famosos ‘trolls’ – y no los profesionales que más buena información aportan.
No es raro que Twitter se haya dado cuenta ya de lo que su red social se ha convertido, y de que por eso sus pocos posibles compradores se echen para atrás y acaben rechazando invertir. Las empresas ya no quieren estar más en esta taberna.
Mi experiencia después de diez años navegando por Twitter podría dar algunos ejemplos. He observado en alguna ocasión a periodistas mofándose de una empresa por hacer presentes para agradecerles su asistencia a una rueda de prensa. También he sido testigo de insultos a esposas de futbolistas, youtubers famosos o amenazas a políticos, algunos ejemplos que, lamentablemente, ya no resultan desconocidos ni extraños para ningún consumidor habitual de Twitter.
Al igual que esta, también What’s app o Facebook nos restan tiempo y merman nuestra manera de pensar, pero… ¿cuánto tardará el ser humano en reconocer que su tiempo se fiscaliza cuando dedica más tiempo a millones de usuarios en estas redes sociales que a su propio trabajo o a su vida personal?
Que lo social no sea tabernero y que lo virtual sepa cómo sacar a la luz lo realmente importante de la vorágine informativa. ¿y tú, qué opinas de Twitter?
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